La educación debe ser el medio a través del cual el ser humano pueda satisfacer la realización de su existencia. Debe servir para cultivar y fortalecer el raciocinio, principal característica que nos distingue entre las especies animales, y a su vez, este raciocinio debe acercarnos a las expresiones más altas del espíritu humano. Es la manera en la que Francisco Cepeda Flores define a la educación. Desde su perspectiva la realidad es muy distinta. La educación se ha convertido en la habilitación de las personas para el trabajo y para el mercado, producto de la visión utilitarista de la sociedad. Antes de ahondar en esta crítica, el investigador y catedrático saltillense con más de 40 años de trayectoria académica, y quien actualmente es director del Centro de Investigaciones Matemáticas Aplicadas (CIMA) de la Universidad Autónoma de Coahuila, hace un señalamiento importante. “El problema de la educación es multicausal. Una respuesta fácil al por qué estamos, mal no existe”. Y para explicar esta afirmación se remonta a los tiempos de Porfirio Díaz.
Posterior a la Revolución Mexicana la educación adquirió el estatus de obligatoria y en el país se empezaron a construir numerosas escuelas de todos los niveles y en todos los rincones. Como consecuencia surgieron también los sindicatos, que tenían como objetivo defender los derechos de los trabajadores de la educación. Desafortunadamente, con el tiempo estas estructuras fueron deformando sus principios, interesándose cada vez más por el poder y dejando de lado los derechos de sus representados. Pronto las huelgas de maestros fueron una de las principales amenazas contra el Gobierno y sirvieron para presionar y exigir ciertos beneficios fomentando la corrupción del sistema. Poco a poco los puestos en estos sindicatos o en la función pública comenzaron a cotizarse muy por encima del trabajo en el aula, hasta llegar el momento en que la labor de un profesor con estudios superiores como maestría o doctorado vale mucho menos que el de sus representantes sindicales con niveles educativos muy bajos. “Eso no ayuda a que la gente se dedique a la academia”, expresa el fundador de la primera escuela de matemáticas en Saltillo. En el caso particular de Coahuila, desde finales del siglo 19 nuestra entidad tenía un lugar privilegiado en el mundo de la educación. La fundación del Ateneo Fuente y de la Escuela Normal dieron ese notable impulso que convirtió a Saltillo en la “Atenas de México”.
“Coahuila tenía un linaje educativo histórico, había buenos maestros,
gente preparada en el extranjero, llegó un momento en el que los
principales edificios de la ciudad eran escuelas”.
Sin embargo, el estado sufrió el mismo estancamiento que el resto del
país hacia la segunda mitad del siglo 20, derivado no solamente de las
organizaciones sindicales, sino del mismo viejo modelo educativo basado
en la memoria y notablemente desvinculado de la realidad.
“Nos llenan de conceptos, de teoría, pero todo para que nos lo
aprendamos de memoria, no para que lo reflexionemos, además en un
lenguaje abstracto que nunca se explica”, puntualiza Cepeda Flores. Hace tiempo que este método debería haber sido sustituido por el modelo
constructivista, encaminado a despertar el raciocinio a través de la
experiencia, cosa que no ha sucedido y apenas empieza a vislumbrarse
gracias a los avances tecnológicos.
“Actualmente hay mucha cantidad, mucha corrupción y poca calidad. Los
maestros tienen poca capacitación, poco nivel cultural, pero también hay
sobrecupo, salarios bajos”. Es aquí donde el investigador menciona otro de los aspectos que
determina en gran medida la problemática en la que está sumergida la
educación. El modelo económico, no sólo de México, sino del mundo, no
permite a las personas aspirar a una mejor educación y a un elevado
nivel de cultura.
Y concluye con la pregunta más sencilla y a la vez más difícil de
responder: “Para alguien que no tiene para comer ¿qué puede importar la
educación? La gente está ocupada en subsistir”.
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